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Guerra a los piratas de los porches

En Estados Unidos son tan típicos de la Navidad como el muérdago, el ballet del Cascanueces, las casitas de pan de jengibre, las viviendas iluminadas en technicolor o Santa Claus. Pero en lugar de llegar cargados de regalos, como el hombre de rojo, se van con los paquetes de otros, los que les han dejado en la puerta de casa… Porque aunque llueva y la caja se vaya a mojar, aunque haya luz y sea evidente que hay alguien dentro, rara vez un repartidor privado osará perturbar la paz del hogar llamando al timbre para avisar de que ha dejado un paquete fuera.

Algunas compañías envían un sms o e-mail al cliente minutos después de la entrega. A otros es Alexa, el popular asistente del hogar de Amazon, quien le avisa para que salga a recogerlo, si es que sigue ahí y ningún pirata de los porches –como se llama a estos particulares amigos de lo ajeno– se ha hecho con él. La golosa actividad, sin embargo, se está poniendo peligrosa.

Aunque entraron en el diccionario de nuevos términos urbanos ya en diciembre del 2011, ha sido en los últimos años cuando, en paralelo a la explosión del comercio online, el vocablo ha hecho fortuna. Casi el 10% del volumen total de ventas de septiembre se hicieron por internet en EE.UU., según datos del Departamento de Comercio, y este año crecerá un 15% respecto al anterior. Ocho de cada diez estadounidenses ha recurrido a internet este año para comprar regalos de Navidad.

No hay manera de saber cuántos envíos desaparecen. Ni Amazon ni las grandes empresas de paquetería quieren dar datos, pero un 8% de los estadounidenses afirma haber sufrido el robo de algún paquete, según una encuesta de InsuranceQuotes, especialista en compras online. Xfinity Home, una empresa de seguridad en el hogar, eleva el porcentaje al 30%.

A veces son los propios vecinos quienes, con ayuda de las cámaras de seguridad, juegan a los detectives

Los piratas de los porches hacen su particular agosto en noviembre y diciembre, con la avalancha de paquetes del Black Friday y Navidad. El servicio público de Correos estima que esta temporada entregará 900 millones de paquetes, cifra a la que hay que sumar los más de 2.000 que distribuirán UPS y Fed-Ex.

Alertada por el crecimiento del fenómeno, la policía ha tomado cartas en el asunto. No han seguido el ejemplo de la mujer de Washington que, harta de robos, dejó una caja en la puerta de su casa con un regalo sorpresa en su interior (excrementos de su perro). Ni han colocado una máquina de flatulencias y un aspersor de brillantina como el ideado por un exingeniero de la NASA. Tampoco han instalado una pistola de fogueo automática como ha hecho un vecino de Tacoma.

Las técnicas de la policía son más sutiles, como colocar paquetes cebo con un GPS dentro que guíe a los agentes, en algunos casos en cooperación con Amazon. A los tres minutos de ponerlo en marcha en Nueva Jersey, la policía detuvo a un ladrón. Y ha hecho saber que hay muchos paquetes trampa ahí afuera…

A veces son los propios vecinos quienes, con ayuda de las cámaras de seguridad, juegan a los detectives. Cuando John Priskorn, de San Francisco, recibió una alerta en su móvil porque la cámara había detectado movimientos en el porche y vio que una mujer se había llevado su paquete, colgó el vídeo en Nextdoor.com, la red social para vecinos. Enseguida la policía le contactó. Horas después, otro vecino contó que le habían birlado otro envío más o menos a la misma hora y vio el número de matrícula en la cámara de los vecinos. Pasó las imágenes a Priskorn y éste a la policía, que poco después identificó a la ladrona con su botín: un disfraz de Pokemon de 18 dólares, entre otros artículos. 24 horas después la mujer había sido condenada por robo en segundo grado.

Al final de todo lo interesante del asunto es la concienciación de que la seguridad somos todos.